Se trata de un experimento que se está llevando a cabo en la Universidad de Barcelona mediante un sofisticado sistema de simulación.
Consiste en hacer creer a nuestro cerebro que el cuerpo ha cambiado y se desenvuelve en el ambiente de una simulación entres dimensiones. Si la realidad virtual está bien hecha, y se reciben estímulos coordinados, sólo hacen falta unos segundos para que la mente reconfigure y dé por bueno que está en un nuevo cuerpo.
Para llevar a cabo el experimento, el equipo de investigación contó con 30 adultos. Con una diferencia de una semana, les fue introduciendo en una simulación en la que tenían el cuerpo de un niño de cuatro años con aspecto de niño y en otra simulación en la que tenían el tamaño de un niño de cuatro años pero con aspecto de adulto. Se pretendía ver cómo las distintas situaciones afectan a la percepción del tamaño de las cosas. Pero no sólo eso, sino cómo funciona la percepción del mundo cuando uno cree ser un niño.
El resultado fue que cuando el adulto estaba en la simulación con cuerpo de niño, los objetos le parecían considerablemente más grandes que cuando estaba en la simulación en la que tenía el tamaño de un niño pero cuerpo de adulto. En principio, ambos avatares tenían el mismo tamaño, por lo que habría cabido esperar que tuvieran una percepción del espacio similar. Pero no sucedió así.
La respuesta, aseguran los investigadores, está en la existencia de un mecanismo adicional de percepción de nuestro cuerpo que va más allá del mero tamaño y actúa a nivel cognitivo. Dicho de otra forma, lo que sabemos que somos (en este caso un niño) condiciona también cómo vemos el mundo y valoramos los tamaños.
Fuente: noticias yahoo