La cumbre climática más importante del mundo, pospuesta el año pasado a causa de la pandemia, deberá marcar la hoja de ruta de los compromisos en los Acuerdos de París. El objetivo: mantener la temperatura del planeta por debajo de los 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales. Estos son los principales retos a los que se enfrentan los países participantes.
COP-26
La cumbre del clima de Glasgow deberá desplegar los planes nacionales para combatir el cambio climático según los objetivos marcados por el Acuerdo de París.
La pandemia de COVID-19 obligó el año pasado a posponer la 26ª cumbre del clima (COP26). Los representantes de más de un centenar de países participantes tenían una tarea de vital importancia: fijar claramente sus compromisos nacionales de reducción de emisiones para mantener el calentamiento previsto a finales de siglo como máximo en 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales.
La prórroga de la cumbre supuso un duro golpe a las demandas de expertos y organizaciones conservacionistas de todo el mundo, que llevan tiempo alertando de que los compromisos marcados por los Estados miembros son largamente insuficientes para combatir la emergencia climática. En los últimos años los países más contaminantes del planeta han apostado el todo por el todo, y se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en las próximas décadas. Pero, según las estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), si se cumplen por completo estas promesas, lanzadas por un total de 49 países más la Unión Europea, se podrían reducir solo unos 0,5 °C adicionales del calentamiento global, lo que disminuiría el incremento previsto a 2,2 °C a finales de siglo. El problema es, según el informe, que muchos países postergan la aplicación de sus programas hasta después de 2030, lo que plantea dudas sobre si se serán capaces de cumplir sus objetivos.
Sin embargo, a pesar del reajuste del calendario, la pandemia no ha provocado un parón en las negociaciones, y las partes han seguido trabajando en reuniones virtuales para desgranar, revisar y debatir cuestiones pendientes dentro de las negociaciones sobre el clima en curso. Estos son los principales temas que actualmente hay sobre la mesa.
- Concretar los compromisos nacionales
En la COP25, celebrada en Madrid, las partes no pudieron ponerse de acuerdo sobre la cuantificación y la sincronización de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), las acciones climáticas concretas que los Estados están obligados a presentar cada cinco años. La reunión celebrada en Glasgow será determinante para comprobar el nivel de compromiso de cada Estado.
Pero las previsiones no son nada optimistas. Según el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2021, publicado a finales de octubre por el del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las NDC actualizadas y los demás compromisos asumidos para 2030 (que aún no han sido presentadas en la COP) solo evitan el 7,5% adicional de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero pronosticadas para ese año, mientras que según el Acuerdo de París se necesitarían reducciones de emisiones del 30 al 55% para alcanzar el objetivo de 1,5 ºC.
El citado informe concluye que, de cumplirse por completo las promesas de algunos de los países más contaminantes del mundo, la temperatura mundial superaría siempre los 2ºC a finales de siglo, lo que da esperanzas de que se puedan evitar los peores impactos del cambio climático, pero no será suficiente para frenar la emergencia climática.
«El cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema ahora– señala Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.- Para tener la oportunidad de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, contamos con ocho años para reducir casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero: ocho años para hacer los planes, implementar las políticas y, finalmente, dar resultados tangibles. El reloj avanza rápidamente», declaró la experta en un comunicado de la entidad.
2.Determinar el funcionamiento de los mercados de carbono
Uno de los principales escollos de la reunión de Madrid fue la imposibilidad de llegar a un acuerdo para desarrollar el artículo 6 del Tratado de París, aquel que establece la necesidad de fijar mecanismos de cooperación internacional para reducir las emisiones. Algunas voces plantean que este epígrafe debería incluir el establecimiento de un mercado internacional de derechos de carbono, similar al que funciona en la Unión Europea, un sistema vigente desde 2005 que abarca hasta el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la Unión. El mecanismo, llamado RCDE UE, es un régimen de comercio en el que se establecen límites máximos de derechos de emisiones que pueden ser comercializados por las empresas. En su inicio el precio por tonelada de carbono era reducido, lo que desincentivaba su compraventa. Sin embargo, en el último año el precio se ha disparado, un hecho que ha tenido un impacto directo en el mercado energético, y, de rebote, en el precio de la electricidad.
Durante el último año la CMNUCC acogió una serie de diálogos informales a puerta cerrada para explorar posibles vías de consenso. Sin embargo, las cuestiones clave planteadas en 2019 en la COP25 siguen sin resolverse. Por ejemplo, cómo evitar el doble cómputo (que las emisiones no se contabilicen dos veces) o cómo garantizar que los mercados de emisiones de carbono sirvan realmente para mitigar las emisiones mundiales y no actúen como un simple parche para enmascarar el verdadero problema.
“El artículo 6 no versa sobre los mercados de carbono -afirma contundentemente Tatiana Nuño, responsable de la campaña de Energía y Cambio Climático de Greenpeace-. Este mecanismo no va a solucionar la crisis climática ni a reducir las emisiones rápidamente. No es una herramienta clave para la lucha contra el cambio climático, sino que más bien ha sido un instrumento disuasorio, una maniobra de despiste que ha hecho que perdamos el objetivo principal: que es liberarnos de los combustibles fósiles”.
3. Compensación de pérdidas y daños
Los países más vulnerables, como algunos Estados insulares, además de ser los que tienen menos recursos, son los que se están viendo más afectados por el cambio climático. Deben afrontar solos y sin medios amenazas serias, como la subida del nivel del mar, la sequía, la dificultad de acceso a recursos, como el agua de calidad… Necesitan recibir una compensación por las pérdidas y daños, tanto económicos como medioambientales.
Uno de los acuerdos a los que se llegó en Madrid fue el establecimiento de un grupo de expertos para esta materia encargado de la financiación de pérdidas y daños. Asimismo, uno de los principales logros de la COP25 fue la creación de la Red de Pérdidas y Daños de Santiago (SNLD), un mecanismo destinado a prestar asistencia técnica para atender a las consecuencias del cambio climático. Durante las últimas negociaciones climáticas las partes siguieron divididas. Los países en desarrollo reclamaron una plataforma facilitadora que los conectara con expertos y proveedores de asistencia técnica, mientras que los países desarrollados preferían promover el uso de las estructuras y organismos existentes.
4. Objetivos de adaptación
En Madrid los países participantes en la última COP solicitaron que el Comité de Adaptación determinara cómo debía evaluarse el progreso colectivo de acción climática. Este año, el citado organismo empezó a estudiar los diversos enfoques para elaborar un proyecto de informe técnico que evalúe esta materia, así como el fortalecimiento de la resiliencia y la reducción de la vulnerabilidad al cambio climático. Una herramienta que llega con retraso, y que deberá revisarse en las sucesivas actualizaciones del Acuerdo.
5. Financiación de la acción climática
De entre todos los retos de la COP, el de la financiación pública es el que muestra menos avances y una mayor desconfianza. Los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares anuales a países en vías de desarrollo para ayudar a hacer frente a los compromisos medioambientales, un objetivo que de momento está muy lejos de cumplirse. Los países de la Unión Europea se cuentan entre las únicas naciones desarrolladas que han presentado una comunicación bienal, un requisito obligatorio para todos los países desarrollados y que debía presentarse antes de finales del año pasado. La no aplicación de este compromiso hace que la confianza en este mecanismo se haya visto considerablemente mermada.
6. Ambición climática
La ambición climática es uno de los temas más recurrentes en el texto del Tratado de París. El término “ambición” aparece hasta 8 veces en un tratado que solo cuenta con 29 artículos.
Sin embargo, en ningún epígrafe se especifica exactamente qué se entiende por ‘ambición climática’. Durante los Diálogos sobre el Clima, en los que han participado más de 3.000 delegados procedentes de todos los países firmantes, se celebró una mesa redonda de dos días para examinar los progresos realizados por los países antes de ese año, principalmente en materia de mitigación, adaptación y financiación. Muchos países, especialmente los que están en vías de desarrollo, manifestaron que hasta la fecha no se había dedicado suficiente tiempo para fijar objetivos más ambiciosos.
“Tiene que haber un enfoque claro sobre el aumento de la ambición climática. Es decir, una reducción de las emisiones que sea lo suficientemente contundente como para mitigar los efectos del cambio climático y una provisión de fondos y tecnología. Es necesario plantear un enfoque cooperativo que nos permita ser más ambiciosos”, explica Nuño, quien advierte que la concreción de los objetivos nacionales marcarán no solo el éxito de la cumbre, sino que también determinarán la verdadera ambición de los firmantes de los Acuerdos de París. “Según las estimaciones de los expertos de Naciones Unidas, con el panorama actual nos vamos a un aumento de temperatura de 2,7 grados, muy lejos de los 1,5 ºC marcados”, recuerda la experta en clima.
El próximo 12 de diciembre se cumplirá el sexto aniversario de la adopción del Acuerdo de París, una ocasión perfecta para reafirmar el compromiso internacional en la mitigación de los efectos del calentamiento global. “De la COP26 debe salir un paquete de medidas que defina el camino de la reducción de las emisiones y que especifique cómo vamos a garantizar que seguimos la hoja de ruta hacia el límite de 1,5 ºC, algo que no estamos consiguiendo en la actualidad”, afirma Nuño, quien pide que la reunión se materialice en un mensaje claro y contundente a favor de la necesidad del abandono de los combustibles fósiles.
Los compromisos nacionales para 2030 solo evitan el 7,5% adicional de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero pronosticadas para ese año.
Sin embargo, a pesar de la necesidad del momento, la reunión de Glasgow se celebra con viento en contra. Uno de los principales escollos es la profunda crisis climática a la que se enfrenta gran parte del mundo, lo que podría hacer que los principales países emisores, como China y la India, se muestren reacios a asumir el coste de la ambición climática, algo a lo que podría contribuir la creciente tensión comercial y política entre China y Estados Unidos.
En las últimas semanas, representantes de la ONU y del Reino Unido, país anfitrión de la COP26, se han mostrado escépticos en relación con el éxito de la cumbre, lo que hace prever que los acuerdos no serán fáciles. Estaremos muy pendientes de las negociaciones. Todas las miradas están puestas en Glasgow.
Fuente: National Geographic